Frágil
¿Cómo es posible que puedas soportar ese vacío?
¿Por qué te empeñas en llenarlo de nada?
De un poema de Oliverio Girondo.
Beberé hasta despertar dentro de una botella de vino.
Hasta
hallarme frágil y diluido en la comisura de sus labios.
Beberé
para olvidar los días del calendario,
la
tristeza que me nace en las rodillas,
los
faroles que se desgastan sobre mi cabeza.
Sucede
que llevo tres años sin llorar,
Y las barricas que añejan mis lágrimas
Y las barricas que añejan mis lágrimas
se
desbordan en cada bamboleo,
En cada conversación que empieza
En cada conversación que empieza
[después de las once.
Sucede
que el mundo me sabe poco,
Que las horas son pesadas pero sin vida.
Que toda la angustia en mis manos
Que las horas son pesadas pero sin vida.
Que toda la angustia en mis manos
necesita
un hombro que la soporte.
Por
la mañana siempre aparece el tipo barbudo,
con
la mirada extraviada frente al espejo,
Con el alma tan enredada como su pelo,
Y la boca llena de vaho y mentiras sobre sí mismo.
Con el alma tan enredada como su pelo,
Y la boca llena de vaho y mentiras sobre sí mismo.
En
la mañana no suelo ni reconocer
el
lunar con el que me acosté,
O las ideas que cambiarían al mundo,
Pero que guardé justo detrás del espejo
O las ideas que cambiarían al mundo,
Pero que guardé justo detrás del espejo
que ahora me señala.
Sin
embargo, durante el día,
el
quehacer, las diligencias
y
los halagos gubernamentales,
nublan
momentáneamente
los
terremotos íntimos.
Aunque cuando las tormentas de arena cesan
dejan
descubiertos secretos ya olvidados.
Es
de noche
y
todos los fantasmas se ciernen sobre mí,
Como gárgolas en las cornisas de un castillo,
Son vigilantes de mi miseria, de mi amargura,
Como gárgolas en las cornisas de un castillo,
Son vigilantes de mi miseria, de mi amargura,
Y
lo terrible es que no descansan,
día
tras días desintegran mi paz
como
si de un láser se tratara,
como
cualquier objeto aproximándose al sol.
Son fantasmas sin dueño,
venidos
del cosmos, de colores opacos
que
se alimentan del sueño de los justos.
Condenan
las vidas a sequías saladas
A
posos eternos de llanto,
Al
castigo de los que no duermen,
Al
látigo de Dios,
Perforan
el cielo y cercan la felicidad.
La desamparan afuera de nuestro ser,
Sin permitirle a la boca tan siquiera
La desamparan afuera de nuestro ser,
Sin permitirle a la boca tan siquiera
Cobijar
una sonrisa]
Entonces,
no vale la pena.
No
vale la pena levantarse,
ser
amable con el mundo cruel,
ser
sensato con los filisteos,
darle
de comer a los ciegos de poder
y
a los administradores miserables de las calles.
Nadie
es ajeno a la tristeza.
Nadie
es ajeno a la culpa. A la rabia.
Se
acercan, penetran el barro.
Las
cuatro paredes de esta habitación
donde vaga mi cabeza.
Ellos
se ríen mientras les llora la piel.
Y el hombre de barba se acolchona en la inconsciencia.
Nada
entra o sale de la habitación,
La atmosfera es cálida y asfixiante,
Y la luna quiebra los vidrios con su magnetismo intergaláctico.
La atmosfera es cálida y asfixiante,
Y la luna quiebra los vidrios con su magnetismo intergaláctico.
¿Qué será de ella que no se muestra en el
espejo?
¿Qué es esta sombra que descansa sobre mis dudas?
¿En cuales gavetas se guardan las risas que no se usan?
¿Y dónde enmarco la rabia de los días de noviembre?
¿Qué es esta sombra que descansa sobre mis dudas?
¿En cuales gavetas se guardan las risas que no se usan?
¿Y dónde enmarco la rabia de los días de noviembre?
Pero sucede que nadie es ajeno a la tristeza.
Sucede que nadie es ajeno a la culpa.
A la rabia.
A la rabia.
Lorenzo Barrios.
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