Inventario

Detesto el silencio que nos adelgaza,
El inventario matutino de lo que nos sobra y nos falta,
La revisión exhaustiva de nuestras miradas esculcando defectos.

Nueve pares de medias, ocho interiores,
Una caja y media de condones
Y la memoria engavetada hecha un revoltijo.

Busco…un par de ideas,
Y cuatro recuerdos escondidos
                              (hechos olvido) en machas de café,
Mi cepillo de dientes y todos los suspiros
                      que salen de tu pecho antes de las once.

Detesto el ruido de las cosas
que hablan por nosotros antes de las seis,
La cafetera chirriando en la cocina
Y la puerta corrediza del closet,
Tus ronquidos crepusculares
Y el despertador de mis anhelos martillando mi conciencia.

Sin embargo, cuando me percaté de lo sucedido,
El inventario se había convertido en historia,
En otro capricho (in)voluntario para ordenar las tristezas,
Las vergüenzas, los abrazos,
Para encontrar el recuerdo adecuado que nos acompañe el invierno,
Para desempolvar la canción de los viajes largos,
Para llorar con las fotos correctas y los olores selectos.

Fue un motivo perfecto para justificar el insomnio,
Para rebobinar una y otra vez los besos y
                                 gemidos en colchones ajenos.

Con el tiempo sobrevendrá el colapso,
Un inventario de sueños estáticos,
De colores opacos y olvidos repletos de misterios.

Inmóvil frente al refrigerador sostuve que el universo
                                                                     no era infinito,
Con mis ojos alcanzaba a ver los bordes de tu mirada.

Cualquier paisaje me resultaba pequeño,
Insignificante, una postal apenas,
Comparado con las bondadosas hectáreas de tus ojos.

Luego de treinta y cinco minutos en el área de lácteos,
Cerré la puerta y contabilicé las veces que fui tragado por tu boca
Y salí expulsado de tus ojos, como la mirada laser de Dios.

Necesariamente debo resolver el sudor en mis huesos,
Encontrarme con la verdadera oportunidad
De navegar en aguas oscuras,
De sentirme desnudo e indefenso.

Desfilar a través de tu mirada a paso indetenible,
Y Sentirme como cuando atravieso la maquinita
que desnuda pasajeros en el aeropuerto,
Pero que funciona con una suerte de energía mística y natural.

La misma que usan los médicos
para diagnosticar el mal de amor,
                                 el susto…
… y la mentira.

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